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Más es más: El Rococó de Annabelle Di Vilches





Se abre la puerta del salón blanco y Annabelle Di Vilches aparece de entre un montón de flores artificiales amontonadas a un costado de un cubo metálico de unos dos metros de alto. Es casi un marco: unas largas telas con estampados barrocos colgando simulan las paredes de un pequeño escenario que consta de un sillón y una mesa. Descalza, para no ensuciar los materiales, pisa con cuidado con sus calcetas de Alice and the Pirates lo que pronto se convertirá en un pequeño portal al rococó. Solo por unos minutos, un pequeño Versailles en pleno Santiago de Chile.

Son cerca de las 14:30 de un día domingo, pero desde las 12:00 está junto a su equipo ensamblando la estructura metálica que lo soporta todo, acomodando muebles, pegando flores y esperando a las modelos. Annabelle dirige con seguridad a un grupo de cerca de diez personas para dar vida a su obra. Se trata de cuadros vivos, que solo por unos momentos podrán existir y moverse por los participantes que ella llamó.

El trabajo de esta artista chilena ha dado algunas vueltas por internet. Se trata de escenas como tea parties o fiestas en colores pasteles con lolitas posando, pero en persona son mucho más: “Las fotografías son hermosas, y muy buenas herramientas para las correcciones, pero las escenas en vivo son mi obra. Pocos saben que se mueven. Ahí hay otras reglas en juego”, explica.

Al ver su obra, es fácil hacer ver una influencia del Lolita. No es un misterio que la ropa de la mayoría de las modelos son vestidos de este estilo. Pero Annabelle no siempre estuvo tan cercana a esto: “Siempre me han gustado los estilos que se conectan con la historia. Hace mucho que los llevo y de vez en cuando los investigo. Superficialmente conocía qué era el lolita y el kodona, pero no me gustaban. Lo relacionaba con algo más infantil y japonés”. Pero cuando conoció el Ouji, algo cambió: “Desde ahí me enamore y ya cumplí un año en esto”.

- ¿Cómo lo relacionas con tu obra?

-En el cuadro “El columpio” o “La Gallina ciega” de Fragonard nos enfrentamos a una escena que aun es agradable, en un par de segundos caerán. Vestir con esta estética es lo mismo, es incomodo, sobrecargado y muchas veces desesperante, pero muy elegante, majestuoso y delicada.

Aparentamos que nada es artificial mientras vivimos muchas veces una tortura.



-¿Por qué decidiste tomar el Rococó como inspiración de tu trabajo?

-Mi mayor deseo es alcanzar con mi obra lo agradable, lo alegre y lo frívolo, adjetivos que son parte de la identidad de un periodo histórico y artístico. Sin embargo debemos aceptar que lo que conocemos como Rococó es casi una fantasía onírica cosechada por múltiples producciones.

Vivir en el siglo XVIII era horrible, las manifestaciones tanto artísticas como literarias, revelan una oscuridad y un caos insospechable al ser expuesto con colores pasteles. Esta trampa es la que inspiró mi obra.

-¿Qué es lo que buscas representar?

-Eros y Thanatos comiendo pasteles.

Todo está listo. A las telas, muebles y flores, se sumaron algunas enredaderas. Adornos blancos y flores que cayeron en un muy pensado orden sobre el espacio que encierra, como una jaula de decadente elegancia, a seis modelos que posan, ríen y hablan siguiendo las instrucciones de Annabelle. Aún descalza, se pasea por delante del cuadro con sus pantalones cortos negros, una blusa de cuello amplio negra y una boina sobre su pelo decolorado. Aunque gusta de preparar sus propios outfits con mucho detalle, hoy es algo simple. Hoy, no es su turno de brillar, sino de su obra.

Todas las modelos están usando vestidos lolita o ropa boystyle, a excepción de dos que hoy actúan de diosas y están semidesnudas cubiertas de flores. Peinados altos, muchas flores, plumas, accesorios y maquillaje recargado cubren por completo a las demás. La instrucción de Annabelle era simple y sin límite: “Más es más”.

Es difícil de creer que todo esto estuvo a punto de no suceder. Antes de estas obras, antes de estudiar artes y mucho antes del Lolita, Annabelle quería estudiar Ingeniería comercial. Pero su familia insistió en artes. La versión inversa de muchas otras historias: “Ya no me veo estudiando ingeniería, pero tampoco lo negaría. Estoy tan enfocada en terminar esta carrera, que nunca lo pensé. Así que podría ser”.



-¿Hubo un momento que te marcara para seguir ese camino (estéticamente hablando)?

-En mi vida de “artista” he invertido más tiempo en leer que producir, y eso estéticamente me marco. Comencé a traducir lo que leía en imágenes, generando historias que no estaban contadas. Por ejemplo siempre imaginé que en el cielo Botticelli continuaba pintando a Simonetta por la eternidad o que Anne de Bourgh tenía una fiesta en su mente.

Ese tipo de relecturas añoré trasladarlas a este plano, configurando mi rol de maestro de ceremonias (Un nuevo Vatel).

Tras poco más de una hora, las últimas modelos comienzan a salir del pequeño escenario. Algunas ya vuelven del baño donde se sacaron el maquillaje, el peinado y se cambiaron de ropa. Annabelle vuelve a entrar, esta vez para guardar todo en bolsas mientras organiza la recepción de las fotografías del día. El momento ya pasó.

-¿Tienes algún objetivo o meta que te gustaría alcanzar con tu trabajo?

-Sí, hacer feliz a los participantes, espectadores y a los Dioses del Rococó.


***

Imágenes: “Última Floralia” cortesía de Annabelle Di Vilches​. Fotos por Antea Saavedra. 


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