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LO DIFÍCIL: SEGUNDA PARTE





¿Has superado las dificultades que te impedían usar Lolita a gusto? ¡Ven! ¡Déjame abrazarte! ¡Felicidades! ¿Tuviste alguna de estas?

Para los no Lolita:

Aceptar que no tenemos un problema. Algunos simplemente te llamarán loca, otros pensarán que es algo más complejo. No falta el que intenta psiconanalizarte y concluye que tienes un trauma, que no quieres crecer, que estás atascada en la niñez, que quieres atraer pervertidos, que estás obsesionada por llamar la atención, y un etcétera infinito. A veces no te lo dicen a ti, sino que le “advierten” a tu familia sin que lo sepas y un día llegas a casa y te encuentras con una intervención. 

En mi caso, me he enterado por medio de mi abuela que algunos vecinos piensan que mis atuendos son disfraces de Campanita (no veo el parecido entre el vestido ceñido del hada y un vestido Lolita, ¿ustedes sí?) y que yo tengo una especie de “atraso mental”, que me quiero quedar niña. Mi abuela les dice que soy joven y que puedo aprovechar mi libertad para hacer lo que quiera. Tengo una buena abuela. Aunque trates de explicarles, algunos tienen la idea de que hay una forma “normal” y moralmente correcta de vestirse según la edad, el sexo, el estatus social, la sexualidad, la raza, la nacionalidad, la carrera y hasta el color del páncreas. Si por ellos fuera las prendas traerían etiquetas como “Blusa para mujer negra heterosexual latinoamericana de 35 a 42 años”.

Para las Lolitas:

La atención de desconocidos. A menos que ya usaras estilos alternativos (o fueras famosa), debe parecerte muy raro e incómodo que a donde vayas te miren dos veces. También que a veces la gente hasta se atreva a tocarte, a tomarte fotos o te hagan preguntas personales impertinentes. Incluso la atención relativamente positiva como que te pidan una foto, te hagan cumplidos, te digan “princesa” o te hagan muchas preguntas acerca del estilo con auténtica curiosidad, puede volverse pesada.

Cuando yo asisto a una convención voy dispuesta a que me fotografíen y me hablen, pero no espero una sesión de fotos en el centro comercial o en la tienda de mi vecindario. Soy el tipo de persona que se siente observada cuando está en público, me impresiono cuando mis ojos se encuentran con los de alguien en el autobus y me pregunto cuánto tiempo lleva mirándome. En ese sentido llevar Lolita puede ser agotador. No puedo decir que me haya acostumbrado.

Cualquier cosa en la vida que sea diferente y divertida es un reto grande. Por los prejuicios propios o por los ajenos, por las inseguridades, y a veces por la talla o los ingresos. No está muy lejos de la realidad decir que somos “mártires de la belleza” o “doncellas guerreras”. Así que ¡demuestra tu valentía cada día enfrentando lo difícil y sintiéndote hermosa!

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