Pareciera ser que en la época que vivimos, ser diferente y
único está bien. Sin embargo no es más que otra paradoja: la producción en
serie, las réplicas, no son más que la reproducción limitada de productos para
que cada uno escoja lo que más nos gusta y va con nuestra personalidad. Una
sociedad donde “todos somos diferentes”, pero que al momento de jugarse un mundial de fútbol o un juicio en la Haya nos
volvemos “todos iguales”, el resto
del año podemos seguir ignorándonos en silencio.
(fotografía de Irene Orozko) |
Quizás todo esto debiese motivarnos, y aunque no todos somos
activistas, de alguna manera nos hemos vuelto a la necesidad de explicarle a
otros y defender nuestras ideas al momento de conversar sobre el estilo, porque
pareciera ser que no todos logran comprenderlo.
“Con mi mamá he tenido peleas fuertes respecto al lolita, la última vez fue para un evento. Terminamos peleando, me trató de infantil, inmadura, y que debía pensar en cosas más de mi edad (tengo 28 años) que en <<cosas de cabra chica>> (…) A veces también mis amigas del colegio me han hecho comentarios pesados, pero con ellas puedo lidiar, lo discutimos y han sabido aceptarlo, pero duele más que tu familia no lo apruebe”. (Testimonio anónimo).
Los insultos, las burlas, el acoso y el bullying son las
formas en que el miedo de otros se manifiesta, denigrando al que se atreve a
desafiar los convencionalismos. ¿No que todos somos únicos y especiales? ¿Hasta
qué punto podemos "desafiar" a la tolerancia?
“Cuando mi hermano vio mi ropa, comenzó a molestarme diciendo que era rara, y que si no me daba vergüenza salir así a la calle. Para mí fue triste, pero le dejé en claro que no, que no me daba vergüenza. Después le pedí que me tomara unas fotos e insistió con el tema. Le dije que si no quería acompañarme que no lo hiciera, y finalmente se disculpó. Al momento de hacer las fotos, ya hasta se enfrentaba a la gente en la calle que me quedaba mirando. También he recibido comentarios de la familia de mi novio, que visto como muñeca, o que es ropa de niñita y es ridículo. Les dejé en claro que lo hago simplemente porque me gusta. Si bien no ha sido terrible, he intentado demostrar que sus comentarios no me importan, y que lo visto porque me gusta”. (Testimonio anónimo).
Y no es que seamos precisamente mártires ni héroes de
nuestro tiempo, pero es necesario poner de nuestra parte para que la visión
sobre las mal llamadas “tribus urbanas” mejore. No somos objetos de burla ni
debemos serlo, no tiene nada de malo revelarse ante un absurdo como el “deber
ser” o en este caso, “deber verse”. ¿Quién dijo acaso que así debían ser las cosas? Si hasta el sentido común
es una convención social. No tenemos por qué marginarnos de lo que nos gusta
sólo porque algunos nos etiquetan de absurdos o locos. ¿Quién no lo fue antes
de ser considerado un genio o un ejemplo?
“Mi madre no se queja, pero sí se burla cuando visto lolita. Me dice <<ella, la que se cree muñeca con sus amigas raras que también se creen muñecas>>. Sin embargo, más me duele cuando la crítica es hecha hacia mi cuerpo. Me dice <<entiende que al ser gorda, te ves aún más gorda con esa ropa>>. Entre muchas cosas, eso hizo que dejara el lolita por un tiempo, pero ahora que vivo sola, me siento más tranquila y me vale lo que diga el resto. Yo me encuentro hermosa ¡y punto!”. (Testimonio anónimo)
(fotografía de Princess Peachie)