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EL LOLITA Y LA TOLERANCIA



Pareciera ser que en la época que vivimos, ser diferente y único está bien. Sin embargo no es más que otra paradoja: la producción en serie, las réplicas, no son más que la reproducción limitada de productos para que cada uno escoja lo que más nos gusta y va con nuestra personalidad. Una sociedad donde “todos somos diferentes”, pero que al momento de jugarse un mundial de fútbol o un juicio en la Haya nos volvemos “todos iguales”, el resto del año podemos seguir ignorándonos en silencio.

(fotografía de Irene Orozko)
Es cosa de ver las vitrinas en las calles, puedes escoger si comprar en tal o cual casa comercial pero básicamente sabemos que todas ofrecen lo mismo, porque finalmente lo diferente está en el interior y no en el envase. Entonces podemos ser diferentes pero tenemos que vernos todos iguales, porque vestir distinto es ir contra las reglas, no ser más que superficial e inmaduro. Suena exagerado y la verdad lo es, aun así muchos deben lidiar con este tipo de contradicciones a lo largo de su vida porque nos hemos encargado de etiquetar las cosas y a las personas, nuestros comportamientos y la forma incluso de cómo nos vemos, sin importar lo que esa persona quiera decir también con su exterior. Estilos como el lolita luchan contra la idea de ser un objeto en serie de alguna manera, y cada quien puede vestirlo por las razones que estime conveniente, pero a la larga vestir así se ha transformado en un llamado de atención; nuestra imagen también posee un contenido y aunque se manifieste para algunos sólo en un goce estético, las sensaciones son la primera aproximación al arte, no podemos negarlo.  

Quizás todo esto debiese motivarnos, y aunque no todos somos activistas, de alguna manera nos hemos vuelto a la necesidad de explicarle a otros y defender nuestras ideas al momento de conversar sobre el estilo, porque pareciera ser que no todos logran comprenderlo.

Con mi mamá he tenido peleas fuertes respecto al lolita, la última vez fue para un evento. Terminamos peleando, me trató de infantil, inmadura, y que debía pensar en cosas más de mi edad (tengo 28 años) que en <<cosas de cabra chica>> (…) A veces también mis amigas del colegio me han hecho comentarios pesados, pero con ellas puedo lidiar, lo discutimos y han sabido aceptarlo, pero duele más que tu familia no lo apruebe”. (Testimonio anónimo).

Los insultos, las burlas, el acoso y el bullying son las formas en que el miedo de otros se manifiesta, denigrando al que se atreve a desafiar los convencionalismos. ¿No que todos somos únicos y especiales? ¿Hasta qué punto podemos "desafiar" a la tolerancia?

Cuando mi hermano vio mi ropa, comenzó a molestarme diciendo que era rara, y que si no me daba vergüenza salir así a la calle. Para mí fue triste, pero le dejé en claro que no, que no me daba vergüenza. Después le pedí que me tomara unas fotos e insistió con el tema. Le dije que si no quería acompañarme que no lo hiciera, y finalmente se disculpó. Al momento de hacer las fotos, ya hasta se enfrentaba a la gente en la calle que me quedaba mirando. También he recibido comentarios de la familia de mi novio, que visto como muñeca, o que es ropa de niñita y es ridículo. Les dejé en claro que lo hago simplemente porque me gusta. Si bien no ha sido terrible, he intentado demostrar que sus comentarios no me importan, y que lo visto porque me gusta”. (Testimonio anónimo).

Y no es que seamos precisamente mártires ni héroes de nuestro tiempo, pero es necesario poner de nuestra parte para que la visión sobre las mal llamadas “tribus urbanas” mejore. No somos objetos de burla ni debemos serlo, no tiene nada de malo revelarse ante un absurdo como el “deber ser” o en este caso, “deber verse”. ¿Quién dijo acaso que así debían ser las cosas? Si hasta el sentido común es una convención social. No tenemos por qué marginarnos de lo que nos gusta sólo porque algunos nos etiquetan de absurdos o locos. ¿Quién no lo fue antes de ser considerado un genio o un ejemplo?

“Mi madre no se queja, pero sí se burla cuando visto lolita. Me dice <<ella, la que se cree muñeca con sus amigas raras que también se creen muñecas>>. Sin embargo, más me duele cuando la crítica es hecha hacia mi cuerpo. Me dice <<entiende que al ser gorda, te ves aún más gorda con esa ropa>>.  Entre muchas cosas, eso hizo que dejara el lolita por un tiempo, pero ahora que vivo sola, me siento más tranquila y me vale lo que diga el resto. Yo me encuentro hermosa ¡y punto!”. (Testimonio anónimo)


(fotografía de Princess Peachie) 

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