Conocido fue gracias a la rápida difusión que tuvo en las redes sociales el polémico caso de AFLA (Anime Festival Latinoamérica) con el Tea Party de Baby the Stars Shine Bright (puedes leer el artículo hecho por Bow's Magazine) situación irregular que hasta el día de hoy no ha tenido resultados favorables para quienes pagaron $15.000 pesos chilenos (unos 25 dólares app.) y recibieron a cambio algo que dista bastante del tea party de sus sueños.
La organización de los eventos está concentrada en la atracción de un público joven cada vez más exigente, por lo que las inversiones se concentran en traer a diversos personajes famosos, desde artistas de doblaje hasta actores y creadores de series de televisión. Con el tiempo, los eventos dedicados a la animación japonesa se han abierto hacia los videojuegos, la animación norteamericana, los cómics e ilustradores nacionales, principales atracciones con fines de consumo para que jóvenes y adultos accedan a los productos de sus programas y juegos favoritos. Sin embargo, hace ya unos años estas convenciones han intentando incorporar agrupaciones culturales dentro de los stands o bien grupos de coleccionistas y representantes chilenos de algunas modas japonesas, como el gyaru y el lolita.
Si bien en un principio se consideraban una atracción, hoy en día la mezcla parece no estar funcionando. Antes podíamos decir que quienes asistían a los eventos, era un público "reducido" y más bien "selecto", pero como la oferta en estas convenciones ha ido en aumento (mayor variedad para diferentes grupos de fans) el público es cada vez más variado e incluso los márgenes de edad de los asistentes ha ido creciendo. Niños más pequeños e incluso adultos mayores asisten a estas actividades con intenciones de comprar productos que generalmente se obtienen por internet, y la verdad muy pocos asisten con el interés de conocer sobre la cultura y la moda japonesa; miradas que se cruzan entre la difusión de objetos de consumo y la promoción de la diversidad cultural en nuestro país. Los asistentes ya no preguntan por las razones de nuestro estilo, la mayoría sólo dice "¿se vende? ¿a cuánto?" y cuando escuchan la frase "sólo son productos de exhibición" muchos se retiran en silencio, o algunos (los más jóvenes) preguntan "¿dónde puedo encontrar estos accesorios? ¿tienen tienda virtual?".
Parece ser que las convenciones como espacio de difusión y encuentro para comunidades como el caso del lolita, ya no son el lugar idóneo; hay una sensación de auto-complacencia por parte de los organizadores y falta de preocupación por aquellos grupos que no venden mercancías, sino buscan promover algún tipo de bien cultural.
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¿Será el momento de buscar nuevas instancias? o ¿Habrá que mejorar los actuales eventos?